domingo, 27 de marzo de 2011

La maravillosa ley de la compensación



No cabe duda de que la ley de la compensación existe: después de sufrir por los suspensos, me compensó la vida con la hora de las alegrías.

El fin de semana tocó compañía, regalos exclusivísimos, como esa edición limitada con ilustraciones de Mariscal, imagénes de la película, y CD; ese libro de Punset que me será de gran ayuda para crecer y ayudar a crecer a otros; esa novela (sería mejor decir esa vida novelada) "La niña de los tres nombres", llena de cartas de un padre a su hija, en una época oscura de nuestra historia, donde la ternura y la bondad se hacen patentes en tiempos de maldad y egoísmo; ese marco digital que me muestra retazos de "mi Paradela amada". Pero, sobre todo, por encima de todo, haciendo que los mejores regalos palidezcan, presencias entrañables.

Siete a la mesa, el domingo.

(Como los siete brazos del candelabro, los siete colores del arco iris, los siete infantes de Lara, los siete pecados capitales...y que se repita setenta veces siete)