miércoles, 25 de febrero de 2009

MARTA

Parece ser que el presidente del gobierno va a recibir al padre de Marta, porque éste quiere pedirle una reforma del Código Penal. Me parece bien que el presidente le reciba, pero no me parece correcto el enfoque de la cuestión.
Sí, Marta somos todos. Todos nos sentimos heridos por la muerte de Marta. Por cualquier muerte injusta e innecesaria.
Pero creo que la solución al problema no está en el endurecimiento de las penas. Si la dureza de las penas disuadiera a los que matan, el niño de diez años que va a ser juzgado como un adulto( y eso sí es dureza), no hubiera matado a su madrastra en Pensilvania. Si la dureza de las penas fuera disuasoria, en los estados de EEUU donde existe la pena de muerte, no habría gente que matase. Y la hay.
Las masas me dan mucho miedo, porque los que forman parte de ellas dejan de comportarse como seres individuales para dejarse llevar. Las masas propician el linchamiento y que, como en la revolución francesa, se haga calceta mientras se asiste al triste espectáculo de la guillotina. La masa nos embrutece y nos impide pensar como seres humanos.
La culpa de la muerte de Marta la tenemos todos:
Las familias, que no conocemos a los amig@s de nuestros hij@s, ni a la familia de esos amig@s, para saber en que ambiente han sido educad@s.
Las familias, que no conocemos a nuestros hij@s y en un caso de apuro no pueden pedirnos consejo, ni nos presentan a las personas con las que salen.
Las familias, que cuando nos llaman de los centros de enseñanza para comentarnos que nuestros hij@s tienen comportamientos irregulares, irrespetuosos, agresivos, poco asertivos o irresponsables, lo primero que pensamos es que a nuestro hij@ le tienen manía.
Las familias, que necesitamos el tiempo para ganar dinero y comprarle a nuestr@s hij@s todos los caprichos que nosotros no hemos podido tener. Pero no tenemos tiempo para sentarnos a hablar, para comer juntos, con la tele apagada y charlar como un núcleo acogedor y seguro.

Los profesores, que nos empeñamos en enseñar nuestras asignaturas en vez de enseñar a ser personas.
Los profesores, que aprobamos a todo el mundo, porque si no pasarán de curso "por imperativo legal"; y así, el valor del esfuerzo nunca se ve recompensado.
Los profesores, porque ya no avisamos a los padres, porque"unos no hacen caso y otros están a la defensiva".

Los vecinos, porque vemos como hacen "gamberradas" y solamente criticamos en vez de avisar a los padres,
Los vecinos, porque, a veces sería suficiente con llamar a un chico por su nombre y decirle" por favor, no hagas eso".

Los amigos, que ahora vociferan, pero no advirtieron el peligro.
No ayudaron al uno ni a la otra.

Los medios de comunicación, llenos de programas violentos.
Los medios de comunicación que entrevistan a los delincuentes y les dan categoría de líderes.
Los medios de comunicación, que viven del morbo y rebuscan lo peor de cada uno de nosotros.

Y, aunque todo esto funcionara bien, siempre habría algún delincuente. Y, para él, para todos los que se equivocan y atentan contra la sociedad en su conjunto, haría falta un sistema penitenciario en el que los reclusos tuvieran que trabajar o estudiar, según sus capacidades y deseos, como hacemos todos. Ocho horas de trabajo para pagar su cama, su comida y su salario.
El sistema penitenciario tendría que reinsertar, haciendo dentro una sociedad igual a la de fuera, con derechos y deberes, aún con privación de libertad.
Del sistema penitenciario, todos tendrían que salir con un oficio o con una carrera que les permitiera, al salir, no volver a delinquir.
Y los presos podrían trabajar para la sociedad contra la que atentaron, haciendo hospitales, vías de comunicación, residencias para ancianos, centros de día , universidades, colegios, aeropuertos y, en fin, todas las obras del estado, de una forma segura y digna.
Y, los centros de menores, en los que hoy se aprende a delinquir, deberían ser hogares con programas hechos por los más geniales especialistas.
Todos somos culpables de la muerte de Marta. Pero creo que el camino para evitar otras muertes, no es endurecer las penas.
Creo que el camino es educar. Y, a un niño lo educa TODA LA TRIBU.
Y, si alguien se tuerce, una y otra vez, reeducar.