viernes, 29 de agosto de 2008

Porque mañana está cerrado


He venido a la biblioteca, para acabar con la infancia, porque prefiero poder dedicarme más a los niños, la aldea, las ideas peregrinas, etc.

Y, quiero homenajear a Javier, mi compañero de los carnavales.
La foto es de otro momento en el que también coincidimos: José Luís Bobillo preparó una obra de teatro llamada "El príncipe que todo lo aprendió en los libros". Javier, en primera fila, a la derecha hacía el papel de Tonino, acompañante del príncipe. Yo, al fondo, harapienta hago el papel de vieja que lo ayuda a elegir "novia"; Del Río, ante mi, de ogro; Elisita Gelpi de su esposa; Juan Ramón de preceptor...Habíamos hecho un gran trabajo. Don Cesáreo, el cura, le dijo a mi madre que yo actuaba como María Guerrero (nunca había visto a María Guerrero)...Yo tenía una frase que me persiguió el resto de mi infancia: El príncipe creía que yo era un hada encantada en forma de vieja y me preguntaba cuánto tiempo duraría "el encanto" y yo, mirando al público decía "pobre joven, está loco"... Cuando luego en casa opinaba algo, siempre algún hermano me decía " pobre joven, está loco". Años después, fue sustituído por "quiere usted que la acompañe".
Pues Javier, un año se disfrazó conmigo. Con una vieja cámara de fotos, de las que medían 30 por 30, en un trípode, yo iba de fotógrafa de las ferias y él de ayudante, cepillando con un cepillo de la ropa a los clientes y acicalándolos convenientemente. Después, yo me metía bajo un trapo negro, simulaba hacer una foto y, al cabo de un minuto le dábamos al cliente unos dibujos que previamente habíamos hecho, todos pertenecientes a la fauna conocida: burros, cerdos, vacas,etc
Y bien que nos hicieron correr algunos...
Aquello debió de ser bastante sonado, porque, pasados muchos años, yo fuí a visitar al suegro de mi hermana, que estaba un poco pachucho e incluso no conocía a algunas personas, pero cuando me vió a mi, se le encogieron aquellos ojos pillos que tenía y me dijo "Viva el carnaval" y los míos se llenaron de lágrimas (aún se llenan hoy).
Cuando ya era un poco más mayor, apareció la siguiente frase de mi infancia:
Nosotros estábamos suscritos al Faro de Vigo, del que mi padre había sido corresponsal hasta su muerte, en el 54. Por aquel entonces, uno de los colaboradores habituales era Don José María Castroviejo, que escribía muy bien, pero sus historias eran, a veces, terribles.
Mi hermana mayor las leía en alto para todos, (gracias a Dios no había televisión y se vivía más en familia) y un día nos leyó que el Anticristo había llegado a Cangas, había hecho autoestop a un señor que iba en una moto; el señor lo llevó y, al llegar a casa el pasajero no estaba, pero sobre la chaqueta, donde había apoyado las manos, quedaran sus huellas en sangre...Yo tendría once, como mucho, doce años.
Y después de dar vueltas y más vueltas en la cama llamé "mamá" "Qué" ¿"me dejas ir para tu cama? "Bueno". Para llegar a la habitación de mi madre, tenía que pasar por delante de la de mi abuela y ella me vió. Al día siguiente me dijo "¿como ibas ayer tan derechita, sin mirar a ningún lado?" y yo le dije, "Ay, abuela, me parecía que si miraba a algún lado el anticristo me iba a decir, ¿quiere usted que la acompañe?¿quiere usted que le encienda la luz?".