miércoles, 20 de agosto de 2008

Feria en La Cañiza

Ayer, como casi siempre, anduve "viendo mundo"(cuando Sabela era pequeña yo le decía ¿vamos a ver mundo? ella siempre decía que sí. Nos subíamos a mi seiscientos y dábamos una vuelta alrededor del pueblo...) y di una vuelta alrededor de los blogs de mis vecinos (Los chuquis, mariana, pedro, terli y otros muchos, enlazados a esos) y, como siempre, me fuí a los recomendados, porque, salvo los que son solo de cocina (yo ya invento por mi cuenta y ni siquiera recuerdo qué le puse a cada cosa, por lo que nunca repito plato, aunque ponga lo mismo),me gusta saber cómo piensan y sienten otros. Entré en Bicho Maldito ( entro con frecuencia, porque es un chico muy lúcido y hace reflexiones muy profundas) Y, esta vez no comparto su punto de vista: hablaba él de la necesidad de la gente de hacerse fotos para colgar en los blogs, para poder decir (más o menos), "yo es tuve allí, yo fuí feliz allí" y criticaba esa necesidad, afirmando que seguramente esas personas no se sentían realmente felices...Y yo me pregunto ¿y qué? A lo mejor su felicidad consiste en presumir de eso. También decía el bicho que si alguien no es suficientemente importante, no debía de hablar de sus cosas, porque a nadie interesaban. ¿y qué si a nadie le interesan? puede que la felicidad consista en soltar lastre. Además, cada uno de nosotros es absolutamente importante en su propio y único universo, nunca repetido y algo siempre se puede aportar al resto del mundo. Realmente, el día que yo me muera, se parará el mundo (mi mundo), igual que el día que falte el bicho, aunque él sea brillante y yo opaca.
Y hoy, me lo demostró Marina.
Dicen que los gallegos tenemos retranca, yo creo que algunos son sutiles.
Acababa yo de traer el tractorcito de hierba cotidiano, cerré la puerta y, cuando estaba guardando la llave, oí que me llamaban. Era Marina, la que me regala frutos del campo, la que me ayuda en todas las tareas, la madre de Milo y mujer de Manolo. Me contó que iba a buscar piñas; me ofrecí a ayudarla, pero me dijo "non paga a pena" y nos pusimos de conversación.
Cuando me di cuenta, habían pasado tres horas, tantas cosas me contó.
Entre otras me habló de la fista de Vilar, donde vive un hermano suyo y donde fueron a comer y se juntaron muchísimos. Me contó que su marido había dicho:
"Eu, a miña Marina, quérolle moito. A pena máis grande que teño e que algún día poida quedar viuda".