lunes, 11 de agosto de 2008

Creí que hoy no sería posible

El tiempo iba pasando y yo seguía sin poder moverme de casa.
Si fuese un día normal, no habría problema, porque desde las 12,30, quedé libre de " visitas", pero hoy no es un día normal a niveles de informática, porque el aula "está de vacaciones" y he de recurrir a la biblioteca, que tiene un horario de oficina normal, de trabajo habitual. El mismo horario que la gente que estaba trabajando en mi casa.
Pero, al fin, estoy aquí, en la cita cotidiana, aunque solo sea para contestar a los comentarios y saludar a los asiduos.
A la abuela le preocupa que llegue un momento en que no tenga nada que contar...y, aunque creo que eso es imposible en mi, ella me escribió para mandarme historias de otro tiempo. Todas ellas las recuerdo, algunas solamente de haberlas oido, por cuestiones de edad, pero están vívidas en mi memoria como si fueran propias. Y ya que ella me recuerda unas, yo le voy a recordar hoy otra que ella vivió:
El cementerio de La Cañiza estaba en el medio del pueblo, porque éste había crecido hacia el Cacharado. Para tratar de cumplir la normativa, decidieron trasladarlo al Vieiro, en un monte propiedad del ayuntamiento. Le hicieron una gran muralla alrededor, en piedra de perpiaño y prepararon panteones y callejuelas. Un lugar de descanso con cabida para mucho más que todo el pueblo, en previsión del futuro crecimiento (la prevista explosión demográfica cañicense).
Cuando todo estaba preparado, decidieron que en el cementerio viejo se haría un parque infantil y que, evidentemente, era preciso retirar y trasladar los huesos de todos los que ya descansaban en paz. Todo el pueblo pasó por tan doloroso momento, aunque se oía a lo lejos algún :"bótame algunha cabeza, que solo levo pernas" y otras cosas que aliviaban la tensión del momento. Tu, mimá, fuiste con Andrés y no sé quién más a retirar los huesos de mi padre, el abuelo, la abuela y varios familiares más y, encontrásteis muchos más restos de los que pensabais, porque el abuelo, cuando alguien moría y no había donde enterrarlo, ofrecía su panteón. Así aparecieron los restos de un niño pequeño, los de un cura ( que supisteis que lo era porque lo entierran con la cabeza hacia adelante, en vez de con los pies, como el resto de los mortales)y , en fin , otros, que no supisteis de quien eran. Trasladados todos ellos al osario, Andrés, mi primo Andrés, que es cura, decidió rezarles un responso y dijo " descanse en paz Gerardo Fuertes y compañía"...Nunca mejor dicho Sociedad Anónima.